Deut 4, 1. 5-9; Sal 147; Mt 5, 17-19.
“No vine a abolir la ley, sino a darle cumplimiento”
Jesús es un ser histórico que crece en medio de un pueblo, una religión y cultura concretos. Es un verdadero israelita, que piensa y se expresa en su lengua y sigue las costumbres y los usos de su ambiente. Como israelita es heredero fiel de la Antigua Alianza. Poco después de su nacimiento fue circuncidado según el rito, entrando así oficialmente a ser parte del pueblo de la Alianza. El Evangelio de la infancia, narra que “sus padres iban cada año a Jerusalén en la fiesta de la Pascua” (Lc 2, 41), expresión de su fidelidad a la ley y a la tradición de Israel. Es decir, Jesús es un hombre que conoce y respeta las leyes, pero no puede aceptar el legalismo de sus contemporáneos.
Las leyes están hechas por los hombres pero, paradójicamente, éstas mismas los han ido deshumanizando. Jesús viene a dar cumplimiento a las normas dictadas por Dios.
Los mandamientos son una vía de crecimiento si se cumplen como están propuestos. Son instrumentos que favorecen la rehumanización del que los pone en práctica y la construcción sensible y solidaria de la sociedad que los acoge. Son normas de carácter universal que, de cumplirlos, nos harán grandes en la tierra y en el cielo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Luis Rodríguez Vázquez
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