“Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo”
Is 7, 10-14; Sal 39; Heb 10, 4-10; Lc 1, 26-38.
“Alégrate”. Es lo primero que María escucha de Dios, y lo primero que hemos de escuchar nosotros. “Alégrate”: esta es la primera palabra de Dios a toda criatura. En estos tiempos llenos de problemas, que a nosotros nos parecen de incertidumbre, de oscuridad, de dificultades, lo primero que se nos pide es no perder la alegría. “Estén siempre alegres en el Señor, se los repito, estén alegres”, recomendará San Pablo. “No se puede ser cristiano sin alegría” dirá el Papa Francisco. Sin alegría, la vida se hace más difícil.
“El Señor está contigo”, dice el saludo del ángel. La alegría a la que se nos invita no es un optimismo forzado ni un autoengaño fácil. Es la alegría que nace en quien se enfrenta a la vida con la convicción de que no está solo. Una alegría que nace de la fe. Dios nos acompaña, nos defiende y busca siempre nuestro bien. Podemos quejarnos de muchas cosas, pero nunca podremos decir que estamos solos. Junto a nosotros va nuestro Dios.
Este tiempo de Cuaresma, en el que libramos batallas contra nuestras propias debilidades, también es tiempo de estar alegres al sentirnos acompañados y decir junto con María: “Aquí estoy señor para hacer tu voluntad”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Luis Rodríguez Vázquez
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