«No son los sanos los que necesitan del médico»
Is 58, 9-14; Sal 85; Lc 5, 27-32.
Desde el Miércoles de Ceniza, que abrió la puerta de la Cuaresma, las lecturas nos han invitado a pensar éste como un tiempo propicio para una práctica efectiva de la misericordia.
El profeta Isaías sigue dando pistas: “Si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu oscuridad será como el mediodía”.
En un momento en el que nuestra vida está tan llena de oscuridades, tan necesitada de la luz que se alza sobre las tinieblas, el tiempo de Cuaresma es una buena propuesta de oración y acción.
En el Evangelio encontramos a un Jesús categórico que con un “Sígueme”, se le presenta a Mateo (un pecador público) como opción para su vida. La posición social de Leví era equivalente a un ladrón, que roba el dinero de los pobres a través de los impuestos y de sobornos. Cuando los fariseos reprochan la actitud de Jesús, de reunirse con este tipo de gente, salta la alegoría del médico (del que tienen necesidad los enfermos), del Dios que busca al pecador para llevarlo de las tinieblas a la luz.
Es tiempo de pedir a Dios que ilumine las oscuridades de mi historia, que lleve mi oración a la acción y que me conceda, como canta el salmista, “Seguir fielmente sus caminos”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Luis Rodríguez Vázquez
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