Sir 17, 1-13; Sal 102; Mc 10, 13-16.
“De los que son como ellos, es el Reino de Dios”
Mientras que la primera lectura nos pone en perspectiva respecto de nuestro origen y participación de la divinidad, el Evangelio nos dirá cómo hacer efectiva esa participación para alcanzar el reino de Dios.
El Eclesiástico nos dice que el Señor creó al hombre, “lo revistió de una fuerza semejante a la suya y lo hizo a su propia imagen, [dándole] el poder de discernir y un corazón para pensar”. Pero ¿en que pudiéramos parecernos nosotros a Dios, que es perfección y plenitud? Santo Tomás de Aquino escribirá en su Summa Theologiae que somos imagen y semejanza de Dios “en cuanto poseemos la libertad de elegir y tenemos poder sobre nuestras acciones”.
Jesús, máximo ejemplo de libertad y acción, nos propone optar por el Reino, siendo como niños –“Vuele bajo, porque abajo está la verdad” cantaría Facundo Cabral refiriéndose a este pasaje– y la sentencia de Jesús es dura: “el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
Seamos como niños –sin infantilizarnos– y cantemos agradecidos que “La misericordia de Dios dura por siempre”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Luis Rodríguez Vázquez
0 comentarios