Sir 1, 1-10; Sal 92; Mc 9, 14-29.

“Creo, Señor; pero dame tú la fe que me falta”.

En el Evangelio de hoy vemos nuevamente a Jesús entre muchas personas; se acerca, pregunta, dialoga para escuchar a la gente que le pide ayuda. En este pasaje aparece un padre de familia que quiere que su hijo sea liberado de un demonio que lo hace sufrir. Este papá suplica ayuda para su hijo, “ten compasión de nosotros y ayúdanos”. Jesús le dice que “todo es posible para el que tiene fe”, y “el padre del muchacho exclamó entre lágrimas: Creo, Señor; pero dame tú la fe que me falta”.

¿Qué hace Jesús entonces?

Expulsa definitivamente al espíritu, devolviéndole la salud al muchacho. Jesús siempre acompaña, toma de la mano, no deja a la persona tirada en el piso, la levanta, le devuelve la dignidad de Hijo de Dios.

Esta escena también la podemos ver en muchas familias que sufren por un hijo que está enfermo, por un hijo que tiene alguna adicción.

¿Cómo es tu actitud hacia los jóvenes? ¿Qué haces para recordarles que son hijos de Dios?

Pidamos al Señor nos de su sabiduría para poder acompañar a la juventud con alegría y misericordia. También con humildad sigamos el ejemplo del padre del muchacho y pidámosle a Jesús que nos conceda la fe que nos falta.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Gladys López Pérez, hc