Hebr 7, 1-3. 15.17; Sal 109; Mc 3, 1-6.

“Ponte de pie, ahí en medio”

Dos cosas hemos de vivir y conservar: el Credo y el servicio a los pobres. El uno no se vive sin el otro. Era sábado –tiempo sagrado– y era en la sinagoga –espacio sagrado del culto ordinario–. Y ahí estaba un hombre que tenía una mano paralizada. ¿Lo curaría Jesús en sábado y en la sinagoga? Así se lo preguntaban los fariseos, que fisgoneaban las actitudes de Jesús como molestos moscardones.

Y Jesús le dijo al hombre de la mano paralizada:

“Ponte de pie, ahí en medio”… ¿Para qué sirve un sábado, si no tiene en medio al necesitado? ¿Para que una religión, si no tiene en medio el cuidado de los pobres? ¿Para qué sirve una fe que no contagia vida en abundancia a los heridos del camino?

¿Cómo puedo seguir a Jesús, que dio la vida por nosotros, si no me importa la suerte de los demás, ni me implico en su servicio y en que conozcan la Buena Noticia?

Los fariseos estaban más preocupados del cumplimiento externo del sábado que de la gloria de Dios. Y ésta es su causa y su gloria: que tengamos en medio de nuestras preocupaciones y trabajos –y en pie y con toda dignidad– al pobre para cuidarlo y sanarlo. Y “lo que hicieron con uno de estos, conmigo lo hicieron”, nos dijo Jesús.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm