“¿Pueden los invitados ayunar mientras el novio está con ellos?”
Hebr 5, 1-10; Sal 110; Mc 2, 18-22.
Decía el filósofo griego, Zenón de Elea, hace como dos mil quinientos años, que tenemos dos orejas y una sola boca, para que escuchemos más y hablemos menos. Acaso nos sucede como a estos fariseos del evangelio que se pasan el tiempo murmurando de los demás. ¿Tú y yo, no podríamos ocuparnos más de nuestro propio cambio, en lugar de perder el tiempo hablando de los vecinos?
En este pasaje de hoy, los fariseos critican a los discípulos de Jesús porque no ayunan. Jesús les replica: “¿Pueden los invitados del novio ayunar mientras él está con ellos? Llegará un día en que les arrebatarán al novio, y entonces ayunarán”.
Deberemos ayunar, si hemos perdido a Jesús y para reencontrarlo; ayunaremos del mal, del egoísmo, y para compartir con los necesitados; ayunaremos porque, en un mundo de pocos muy ricos y muchos muy pobres, el ayuno es una opción política y un manifiesto en contra de los injustos repartos.
Y ayunaremos porque “el ayuno y la oración” nos purifican y nos preparan para quitar los obstáculos al seguimiento y para la misión (Hebr 13,3 y 14, 23).
¡Gracias, Señor, pues tú nos invitas a la fiesta de las bodas eternas y a saborearlas ya desde ahora!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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