Is 40, 1-11; Sal 103; Tit 2, 11-14. 3, 4-7; Lc 3, 15-16. 21-22.
“Vino Jesús y se hizo bautizar por Juan”
Como uno más en la fila de los pecadores, como uno cualquiera de entre la multitud, así se presentó Jesús para ser bautizado por Juan. (Nos sirve de guía el relato de Lucas, pero conviene leer, además, Mt 5, 13 ss; Mc 1, 9 ss y Jn 1, 29 ss).
Después de este bautismo, sucedió algo que no sucedía con los demás bautizas por Juan. En medio de una revelación trinitaria, Jesús tuvo la experiencia de ser el Hijo, el amado, el elegido. Nunca encontraremos a algún otro personaje de la historia tan libre como Jesús. Se sabía el amado del Padre y ya no necesitará ir por la vida en actitud captativa de fama, de importancia, de ajena sumisión o de insaciable reconocimiento de parte de los demás. Se sabía el amado, amado por quien más importa. Y ese amor es el fondo de su libertad y de dar amor gratis, no porque lo merezcamos, sino porque lo necesitamos, y así es él. No necesita hacer menos a los demás, rebajarlos o pisarlos. Sabe lavarnos los pies y elevarnos a ser hijos de Dios en él, el único Hijo de Dios. Los cristianos, como nos recordaba 1 Jn 4, 16, somos los que “hemos conocido y creído en el amor de Dios”.
Desde ahí, podemos parecernos a Jesús.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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