“Ven Espíritu Santo a nuestro corazón”
Tit 2, 1-8. 11-14; Sal 36; Lc 17, 7-10.
Cada vez son más las personas que se compro- meten a trabajar en el servicio de Dios con mucho entusiasmo, y entregan su vida a esta labor tan hermosa.
Pero también es cierto que a muchas de ellas les encanta recibir elogios, aplausos, condecoraciones, y así, sentirse los dueños “de la iglesia”.
El mandato que nos da Nuestro Señor Jesucristo es servir a los demás, sin ningún interés de por medio, simplemente por generosidad –con humildad y misericordia–. Nos debe complacer en el corazón ayudar y servir a los demás, sin egoísmos ni apariencia. Debe llenarnos de alegría saber que sirviendo a los hermanos, cumplimos con la voluntad de Dios.
Seremos dichos si nos entregamos completa- mente al amor, sin esperar ninguna paga por ello.
Los elogios no son para nosotros, simples servidores de Jesús. Todos los frutos y logros de la Iglesia son para gloria de Dios.
Que sea la humildad el distintivo de los cristianos. Nosotros solo somos instrumentos de su amor.
A Dios, todo el honor y la gloria, porque “Dios es nuestro Salvador” (Sal 36).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca, CM
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