“Alegraos y regocijaos con María.” Este es el título que hemos escogido la comunidad misionera de los PP. Paúles de Pamplona para la Novena a la Virgen Inmaculada de la Medalla Milagrosa de este año.
El Papa Francisco nos acaba de regalar una exhortación apostólica sobre la Santidad, como vocación para todos: “Gaudete et exultate” (“Alegraos y regocijaos”). Nos quiere mostrar la santidad de la vida ordinaria como fuente de alegría y gozo.
Meditando sobre ella, creemos necesario, detenernos y así contemplar el mágico espectáculo que la “santidad de Dios” nos ofrece, tanto en clave teológica como espiritual. El santo es “un pecador de quien Dios ha tenido misericordia” (Dietrich Bonhoeffer). La Misericordia nos envuelve. Es lluvia, aire, océano… y ¡nosotros dentro!, sin protección…, inermes, disponibles.
No se puede estar cerca del Misterio de Dios sin asombro, sin estremecimiento, sin conmoción y cambio interior. No se puede estar cerca de la luz sin ser iluminado, cerca de la vida sin ser vivificado; ni en la corriente del viento impetuoso, sin sentirse impulsado y lanzado; ¡a no ser que oponga resistencia! ¡A no ser que uno se cierre!
Decía San Pablo en el areópago que “en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hech 17). La santidad de Dios nos envuelve, nos habita. Nosotros no nos hacemos santos. Dios, con su presencia dinámica, nos hace santos,
Sobre el título de la exhortación destaca la presencia del tema de la “alegría” propio del magisterio del Papa Francisco pues lo encontramos en las dos exhortaciones apostólicas anteriores: “La alegría del Evangelio” (2013) y “La alegría del amor” (2016). Podríamos sumarle la Constitución Apostólica Veritatis gaudium = “La alegría de la verdad” sobre las Universidades y Facultades eclesiásticas (2017).
El Papa Francisco quiere seguir las huellas de san Francisco de Asís, el hombre de la paz, de la alegría, del respeto de la creación y de toda persona humana. Y quiere situar a los cristianos en la autopista de la alegría porque un “santo triste es una triste santo”. La exhortación “alegraos y regocijaos” (Mt 5,12) es una invitación a vivir la alegría de las bienaventuranzas, o la alegría de ser santos.
El Papa Francisco es consciente de que la secularización avanza, especialmente en el continente europeo. Sabe que los cristianos, en muchos lugares, se sienten como «minorías», como levadura en la masa. Pero, con un talante muy franciscano, se propone ayudarnos a no perder la alegría, el gozo y la paz de la fe. A pesar de todo, en medio de cualquier circunstancia o lugar, la alegría de la santidad es posible. Con una moral baja y sin la alegría de la fe, el Papa Francisco nos dice que poco podemos ofrecer a un mundo que, a pesar de la descristianización ambiental, manifiesta un deseo de búsqueda y una auténtica hambre espiritual. ¡Qué hermoso es ofrecer a los hermanos nuestro mejor tesoro que es la fe, que es la alegría de sabernos amados y salvados por el Señor! La tercera exhortación del Papa Francisco asume en profundidad una de las líneas doctrinales destacadas por el concilio Vaticano II: la llamada universal a la santidad. Y dice a la mayoría del Pueblo de Dios, al cristiano medio, al “vecino de la puerta de al lado”, que la santidad, por ser gracia y don de Dios, es un ideal accesible a todos los bautizados, a todos aquellos que sean capaces de acoger con humildad las bienaventuranzas de Jesús como un don, como una gracia y como una alegría en el Espíritu Santo. Abriendo el corazón a Dios, acogiendo su mensaje, dejando que Él nos modele por dentro, llegaremos a ser santos porque la santidad es dejar que Dios nos cambie el corazón y seamos trasparencias de su amor y de su paz.
La introducción consta de sólo dos párrafos donde el Papa Francisco explica que su intención no es escribir un tratado sobre la santidad, sino que su “humilde objetivo es hacer resonar una vez más la llamada a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades.
Con María, causa de nuestra alegría y camino de santidad, recorreremos en la novena de este año la exhortación apostólica “Alegraos y regocijaos”, conscientes de que a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1,4)”.
Como siempre queremos recordar que este “cuaderno” que ofrecemos es sólo un subsidio litúrgico que debe ser trabajado y adaptado en cada comunidad cristiana para ayudarnos en la celebración litúrgica y en el seguimiento de Jesucristo a imitación de María.
No nos olvidemos que “ir a la novena” es una peregrinación abierta a la sorpresa de un Dios que sigue haciéndose cercano por medio de María, por una medalla de la Inmaculada que el pueblo llamó milagrosa, y cuya veneración se extiende por todo el mundo, en el que se le reza:
Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos
Luis Miguel Medina, C.M.
Fuente: http://pauleszaragoza.org/
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