“¡Esfuércense por entrar por la puerta angosta!
Ef 6,1-9; Sal 144; Lc 13,22–30.
La persona que alcanza su verdadero destino es aquella que entra por la estrecha puerta de la conversión personal y de la íntima relación con Jesús.
Sé bien que el camino es difícil. Veo mi vida y me entra un poco de miedo porque muchas veces prefiero mi comodidad, muchas veces me conformo con una vida mediocre. Tantas veces me olvido de ti, Señor, y otras tantas no vivo el mandamiento del amor. Y sé bien que eres justo y me reconozco pecador.
Nuestra salvación es don que hay que pedir con fe y constancia a Dios. No cabe duda que también depende de nuestras obras pero es ante todo un don de Dios. No nos cansemos por tanto de luchar, de estar atentos, de orar, porque cuando menos lo pensemos nos llegará la hora de dar cuentas.
¡Señor, ayúdame a cambiar el mal en bien, el odio en amor, la venganza en perdón, la indiferencia en compromiso y servicio!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Adrián Acosta López, CM
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