Job 38, 1. 12-21; 40, 3-5; Sal 138; Lc 10, 13-16.
“¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!”
Jesús vino a salvar a la humanidad entera, y casi no salió del limitado espacio de su tierra. Jesús tuvo que constatar que la gente de aquellas ciudades (Corozaín y Betsaida) no quiso aceptar el mensaje del Reino y no se convirtió. Esas ciudades se encerraron en la rigidez de sus creencias, tradiciones y costumbres y no aceptaron la invitación de Jesús para mudar de vida.
Hoy sigue la misma paradoja. Muchos de nosotros, que somos católicos desde la infancia, tenemos tantas convicciones consolidadas y casi siempre pensamos mal de los demás, criticamos con mucha facilidad, nos cuesta descubrir la bondad en los otros, ¿será que nadie será capaz de convertirnos?
¿Qué tanto merecemos nosotros la advertencia de Jesús aquellas ciudades?
Sor María Faustina, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del círculo de santos de la Iglesia más conocidos. A través de ella el Señor Jesús transmitió al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y presenta el modelo de la perfección cristiana basada sobre la confianza en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Adrián Acosta López, CM
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