1Co 2, 10-16; Sal 114; Lc 4, 31-37.
“Sé que tú eres el Santo de Dios”
En la antigüedad las personas creían en la existencia de los demonios como seres espirituales o sobrenaturales con atributos divinos, unos orientados al bien y otros orientados al mal, que ejercían su poder sobre los seres humanos (en este caso el Evangelio habla de un demonio sucio y malo). Para los judíos, todos los demonios poseían a los hombres para hacerle la guerra a Dios.
El Evangelio de Lucas nos muestra cómo desde el inicio el mensaje de Cristo causaba admiración. Su enseñanza era con autoridad y se manifestaba sometiendo todo mal que oprimía a la persona, incluso los espíritus malignos querían revelar su identidad. Pero ese no era el modo en que Jesús quería darse a conocer, porque podía generar duda y desconfianza. Su identidad la irá revelando poco a poco con sus hechos y sus palabras.
¿Cómo recibimos la Palabra de Dios, como un creyente o como un endemoniado? Nos comportamos como un endemoniado cuando acudimos a las ceremonias sólo para cumplir las apariencias y como un creyente cuando recono- cemos a Jesús desde el amor y la comprensión, cercano a nuestra vida y reconociendo que esa sabiduría viene de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: Luz María Ramírez González
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