Ez 28, 1-10; Deut 32; Mt 19, 23-30.
“Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”
La conversación que escuchábamos ayer de Jesús con el joven rico ha dado pie a una enseñanza a los discípulos sobre las riquezas.
Los bienes y las riquezas son una fuerte tentación a la hora de discernir sobre qué es lo verdaderamente importante y qué no. Jesús dice que quien las tiene muchas riquezas “difícilmente” entrará al Reino, pero no porque sean malas en sí, sino porque nos ciegan la vista y no nos permiten ver más allá. Los discípulos toman conciencia de aquello a lo que ellos han renunciado a la hora de responder a la llamada del Maestro, por lo que Jesús les promete que “recibirán el ciento por uno y heredarán la vida eterna”.
Ante la Palabra de Dios, nuestra escala de valores tiene que ser sometida a revisión. No sólo los bienes o riquezas, sino también otras cosas, personas… pueden ocupar un “lugar de valor” tan relevante, que no nos permitan alcanzar la propuesta del decálogo:
Amarás al Señor, tu Dios, sobre todas las cosas.
Porque donde está tu tesoro, ahí está tu corazón, nos dice el Señor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Carlos Reyes Mendoza, cm
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