2 Re 11, 1-4. 9-18; Sal 131; Mt 6, 19-23.
“Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón”
No acumules tesoros en la tierra, sino en el cielo, nos dice también el evangelio de hoy. Y este texto provoca en mí muchas preguntas:
¿Dónde está mi corazón? ¿Qué es lo que me produce más gozo, más satisfacción en la vida?
¿Qué es lo que más me interesa, lo que más me atrae, lo que llena mis anhelos?
¿Qué sueños tengo en la vida, qué deseo con todas las fuerzas de mi corazón? ¿Qué es lo que me haría real e inmensamente feliz?
¿Hay algo (alguien) que quiera alcanzar en mi paso por este mundo? ¿Hay algo que quiera lograr y que es como un motor que me impulsa y me hace mirar cada nuevo día con gratitud y esperanza?
¿Dónde está mi tesoro? ¿En qué tengo empeñado mi corazón, mis fuerzas, mis pensamientos, mi inteligencia, mi creatividad? ¿Qué anhelos me hacen soñar despierto, soportar el cansancio, las privaciones, los sacrificios?
¿Podré decir un día, como Simeón sosteniendo a Jesús en sus brazos: “Ahora puedo morir en paz”, no necesito otra cosa? ¿Podré decir un día, como san Pablo: “Para mí, la vida es Cristo… y mi deseo es morir para estar con él” (Flp 1, 21)?
Que tú, Señor, seas mi único tesoro.
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Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón, cm
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