2 Tm 4, 1-8; Sal 70; Lc 2, 41-51.
“Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón”
Siempre al lado de Jesús está su madre. Al lado del corazón apasionado y generoso del Hijo, está el corazón maternal, contemplativo de María, que guarda con maravillada sorpresa las palabras desconcertantes de su hijo, perdido en la gran Jerusalén y encontrado en el templo. Guarda éste y muchos acontecimientos y palabras de su hijo, como guardamos en la caja de recuerdos los objetos que recogemos aquí y allá y que luego, sentados y con calma contemplamos, trayendo a la mente un momento, un lugar, una persona.
María conservaba en su corazón palabras y gestos de su hijo para luego, en silencio y con calma, contemplarlos, desgranarlos uno a uno y descubrir en todos ellos la maravillosa acción de Dios en la historia, en su vida y sobre todo en la vida de su hijo.
Y entonces su corazón se ensanchaba y repetía el “fíat” primero, el “sí” definitivo; y acogía de nuevo el misterio de amor infinito que entrañaba su hijo, y Jesús se reencarnaba, ahora en su corazón, y entonces palpitaban al unísono el corazón de la madre y el del hijo amado.
Acoge como María, el misterio de vida abundante de Jesucristo. Abre tu corazón al amor verdadero y deja que Jesús se reencarne mil veces en él.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón, cm
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