Hch 15, 1-6; Sal 121; Jn 15, 1-8.
“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos”
El libro de Los Hechos de los Apóstoles nos narra las dificultades con que se encontraron las primeras comunidades cristianas. El cristianismo nace en el judaísmo pero Cristo ofrece la salvación a todo hombre que busca a Dios. La posibilidad de ser salvados no es ya exclusiva del pueblo elegido. Sin embargo, en un principio se quiere exigir a los recién convertidos al cristianismo que adopten costumbres y leyes judías, como la circuncisión.
Pablo dice que los convertidos a Jesús solo necesitan bautizarse, ya que el bautismo los integra como familia en Cristo y manifiesta un deseo y compromiso de vivir según Cristo nos enseñó, teniendo el mandamiento del amor como centro.
En el Evangelio, con la imagen de la vid y los sarmientos, Jesús nos invita a permanecer unidos a Él para dar los frutos que espera de nosotros; frutos de paz, de amor, de justicia, de compresión, de cercanía, de fraternidad, de humildad… para esto necesitamos alimentarnos con la oración, con la Palabra de Dios, con la comunión.
¿Con qué alimento mi vida interior?
¿Chismes, rencor, resentimiento, vicios, redes sociales que nos unen en segundos a miles de personas y nos desconectan de nuestra familia? Con este alimento solo daremos frutos amargos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Santoyo Mondragón, cm
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