“Yo soy la puerta”
Hch 11, 1-18; Sal 41; Jnv 10, 1-10.
Jesús es la puerta, y cuando se entra por Jesús, cuando se llega a Él, cuando se saluda ese misterio y se acoge en el corazón, una vida nueva empieza. Esta metáfora de Cristo como puerta nos sitúa ante el siempre actual dilema de aceptar o no a Cristo como el camino y el único mediador que da sentido a nuestra vida. Cuando buscamos seguridad y felicidad o tratamos de justificar nuestras actuaciones: ¿es en él en quien pensamos y creemos? Él ya dijo que la puerta que conduce a la vida es estrecha: ¿tratamos nosotros de buscar otras puertas más cómodas, otros caminos más llanos y agradables, o aceptamos plenamente a
Jesús como la única puerta a la Vida?
La invitación es a entrar por esa puerta, entrar al mundo de Jesús; no nos quedemos afuera, entremos. Quizá ya sabemos que Jesucristo es la verdadera puerta, quizá ya usted lo sabe; pero seguimos dando vueltas en la puerta y no entramos.
Vamos a darle ese sí a Jesucristo, que también Él, como dice el libro del Apocalipsis, ha estado a la puerta de nuestro corazón: “Mira que yo estoy a la puerta y te estoy llamando”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Rodríguez Gaucín, cm
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