Hch 9,31-42 Sal 115; Jn 6, 60-69.
“¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”
La reacción de muchos discípulos ante las palabras de Jesús se parece mucho a nuestra reacción: “Este modo de hablar es duro.” ¿No es esta la impresión que a veces tenemos y tienen otras personas con respecto al Evangelio y, sobre todo, con respecto a algunas enseñanzas de la Iglesia?
Es difícil de admitir a Cristo en la propia vida, si se entiende todo lo que conlleva el creer en él.
Muchas veces es exigente, y su estilo de vida está no pocas veces en contradicción con los gustos y las tendencias de nuestro mundo. Creer en Jesús y en concreto también comulgar con él en la Eucaristía, que es una manera privilegiada de mostrar nuestra fe en él, puede resultar difícil.
Nos asusta esa misteriosa entrega sin medida de que hablas. Pero tú eres el testigo de la Verdad. Sin tu palabra y tu entrega seríamos presas fáciles de la propaganda falaz. Nos mueves a ir más allá de las necesidades y más allá de las “pequeñas trascendencias”, hacia la realización de un deseo y de una trascendencia de mucho más vuelo.
Sí, ¿a quién iremos, sino a ti, que has bajado a nosotros? Búscanos, para más buscarte. Háblanos, que tus palabras son “espíritu y vida”.
Cada uno podemos reformular la pregunta y la confesión de Pedro, pero con palabras propias y con seguimiento propio.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Rodríguez Gaucín, cm
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