“No he venido a abolir la ley y los profetas sino a darles vida”
Deut 4, 1. 5-9; Sal 149; Mt 5, 17-19.
Jesús tenía claridad en su misión; constantemente estaba escuchando la voz del Padre que le enviaba a los pecadores, a los pobres y afligidos. Aquello mismo experimentaron Moisés y los profetas, fueron enviados por Dios para liberar al pueblo, primero de la esclavitud, luego de su pecado social que los convertía en opresores de sus hermanos.
La Ley comienza por reconocer a Dios como único Señor en nuestra vida, y reconocernos como suyos, de su propiedad. Esto exige amar lo que él ama, practicar su justicia, caminar humildes a su lado. Cuando el pueblo comienza a olvidar esta Alianza surgen los profetas para proclamarla con voz fuerte.
Jesús está viviendo esta Alianza con radicalidad y nos llama a hacer lo mismo: Amar a Dios con todo nuestro corazón, con todo nuestro ser y al prójimo como a nosotros mismos. En esto consiste la Ley y los profetas.
Vicente de Paul solía decir: “Amemos a Dios, hermanos míos, pero que sea con el sudor de nuestra frente y el esfuerzo de nuestros brazos”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, cm
0 comentarios