“El vino nuevo se echa en vasijas nuevas»
Is 58, 1-9; Sal 50, 3-19; Mt 9, 14-15”.
Estamos en los tiempos nuevos. Con Jesús ha comenzado la Nueva Alianza. Él está presente.
Es tiempo de las bodas y la fiesta. El vino nuevo del Reino hace y requiere personas nuevas, creyentes, agradecidas, y de un testimonio entusiasmado. ¿Somos así? Si no lo somos, si hemos perdido a Jesús, entonces es tiempo de ayuno y de arrepentimiento para recobrar a Jesús.
Hay una clase de ayuno que necesito todos los días: es al ayuno del egoísmo y del pecado. Las máquinas tienen defectos, lo animales muerden o matan, pero no tienen libertad y tampoco pecado. El hombre, no sólo tiene limitaciones, tiene pecados. Nuestra amable élite del relativismo quiere hacernos como las máquinas o los animales. Suprime del vocabulario el nombre de pecado. Le tiene miedo al nombre. Sólo –dicen– tenemos errores, como las máquinas. Algo así como si la injusta pobreza o los nuevos crucificados fueran efecto de al algún error de la evolución. Es otra manera de justificar a los explotadores.
Si visito mi interior, mis relaciones, o la ciudad llena de alambradas, sé del pecado. Y del pecado tengo que ayunar. Como dice el profeta Isaías: “Si apartas el gesto amenazante y las palabras perversas, si sacias el hambre del oprimido” entonces haces el ayuno que agrada a Dios. Y la Cuaresma es una oportunidad de Dios para esta clase de fecundo ayuno.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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