1 Re 11, 4-13; Sal 105, 3-40; Mc 7, 24-30.
La mujer de las migajas
En el evangelio de ayer, Jesús cancelaba los tabúes entre alimentos puros e impuros. En el de hoy, cancela las fronteras entre culturas, géneros y países, e invita a esta mujer siriofenicia al banquete de los hijos. (Mt 15, 21-28 completa muy hermosamente este relato; puedes leerlo).
Jesús ha salido de la frontera de su país y se ha asomado a Fenicia. Quería pasar desapercibido. Pero esta madre que tenía enferma a su hija, supo de él y corrió a buscarlo y a pedirle la curación. Pero Jesús no parece hacerle caso. Más aún, le dice que es preciso que se sacien primero lo hijos antes que los perritos, antes que los paganos. Jesús la retiene junto a sí y la fe de la mujer va creciendo. Ella tiene la mirada puesta en Jesús y en su hija enferma, no se fija en sí misma. Fe en Jesús y amar a su hija necesitada. Y, cuando la fe y el amor de una madre se juntan, todo lo pueden.
¿Qué es la fe? ¿Qué es la oración? Y esta mujer nos contesta: Me fio de Jesús más allá de sus silencios o apariencias. Le pido con humildad, con perseverancia, con audacia. Tienes razón, Señor, pero los perritos comen las migajas que caen la mesa de los hijos.
¡Dame esas migajas! Y el Señor le dio lo que pedía, la sentó a la mesa de los hijos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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