1 Re, 4-13; Sal 118, 9-14; Mc 6, 30-34.
“Sintió compasión de ellos, pues andaban como ovejas sin pastor…”
¡Qué hermoso y hondo es el evangelio! ¡Cómo deberíamos leerlo de continuo y orarlo! En este texto de hoy, ¿nos fijamos en los apóstoles que vienen de la misión, se reúnen con Jesús y quieren contarle lo que hicieron y enseñaron? ¿Nos fijamos en la ternura de Jesús hacia ellos, que los ve cansados y les propone ir a un sitio aparte para descansar? ¿Nos fijamos en la multitud que se les adelanta y les trunca sus planes? ¿O en el Jesús misericordioso que ve a aquellas gentes “como ovejas sin pastor”, que lo necesitan?
Los “apóstoles” (primera vez que Marcos los nombra así: los enviados) quieren estar con Jesús. La multitud quiere estar con Jesús. ¿Y tú y yo queremos estar con Jesús, verlo, escuchar su palabra y pedirle nuestra sanación, darle cuenta de lo que hacemos, gozar de su presencia? San Pablo les asegura a los Tesalonicenses (1 Tes, 4, 17; 5, 10) que los seguidores de Jesús estamos destinados a “vivir por siempre con él”.
¿No hemos de entrenarnos ya, ahora, sin más retardos? Pedro, al ver a Jesús en su Transfiguración, sólo supo decir “¡Qué bien se está aquí!”(Mc 9, 5), qué bien se está contigo! ¡Tú eres el verdadero descanso que necesitamos! No estamos destinados al activismo que nos engaña como importantes o imprescindibles.
Danos, Señor Jesús, que, antes de nada, te busquemos a ti y te sigamos a ti.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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