Mi experiencia misionera en Honduras

por | Dic 31, 2017 | Congregación de la Misión, Formación, Misiones Inter Gentes, Reflexiones | 0 comentarios

Durante la Semana de Estudios Vicencianos de este año 2017, una frase marcó en parte el viaje que pronto emprendería hacia Honduras. La frase decía: “Carisma vicenciano, un carisma del siglo XXI, de corazón a corazón”. Eso es, precisamente, lo que he vivido en la Misión de Honduras, durante las siete semanas que he permanecido allí en el pasado verano de este año. Ha sido un constante aprender con el corazón, ha sido un mirar, escuchar, sentir… desde el corazón. Han sido días de inmensas riquezas personales, vocacionales…, en los que he encontrado un sentido más pleno a mi vocación al sacerdocio.

Comienzo con un sincero agradecimiento a mi Comunidad de Salamanca y al Visitador de la Provincia “San Vicente de Paúl-España” por este regalo de ayudarme a crecer, a dar sentido a mi vocación, a centrarme en mi respuesta. No me olvido tampoco de la Comunidad de acogida, conocedora del lugar y que orienta y acompaña, corrige, reza unida, comparte unida. Una vida comunitaria que llena y se llena de vida en el apostolado.

Quisiera destacar una serie de momentos “especiales” en mi estancia de aprendizaje en la Misión de Honduras. He tenido muchos momentos, muchos “signos de los tiempos”, muchas experiencias misioneras. Pero voy a subrayar solamente algunos:

Nada más llegar tuve un primer “momento” de sorpresa, de impacto, de fuerte novedad. Fue en la visita al proyecto de la “Escuela Agrícola Virgen de Suyapa”. Me quedé impactado. Por el paisaje, precioso e increíble, magnifico y casi único; por la planta de café, que nunca había visto; y, sobre todo, por las personas, los estudiantes acompañados de las profesoras, trabajando sin parar.

Viví con gozo la experiencia de la vida parroquial, con sus celebraciones, grupos, encuentros… Pero todo ello con una vida intensa, profunda, llena de dinamismo. La gente nunca olvida que pertenece a una comunidad parroquial vicenciana. Pude comprobar, en este aspecto, el gran trabajo del equipo sacerdotal.

Un momento muy significativo fue la experiencia misionera en las aldeas de la Montaña del Merendón. Allí fuimos enviados por el P. Jesús Mª González Antón, C. M., Visitador de la Provincia “San Vicente de Paúl-España”, que se encontraba visitando la Región de Honduras, los seminaristas de la CLAPVI-Norte y un servidor. A mí me correspondió misionar las aldeas de La Cumbre y Peñitas Abajo. La capacidad de acogida hizo que me sintiera como en mi propia casa. Recordaré siempre, por ejemplo, cómo, al llegar después de la jornada, Esther me esperaba con la cena, o cómo su hijo Carlos, compartía conmigo sus gustos musicales. Allí vi a infinidad de jóvenes ansiosos de oír hablar de Cristo, de conocer más a Dios. Allí subí “derechuras”, bajé por zonas imposibles, para rezar con el que vive en la última casa de la aldea y necesita una palabra de aliento. Allí estuve junto a enfermos, en cama, sin poder moverse, que esperan a Jesucristo, su palabra, su alegría, su compañía, y el encuentro sacramental a través de la presencia del sacerdote.

También quiero subrayar cómo acompañé a los alumnos de la Escuela Agrícola a un curso de capacitación sobre ecoturismo, donde pude aprender mucho sobre flora y fauna de Honduras, sobre ecosistemas, sobre el cultivo de la palma, sobre la agricultura ecológica, etc. Todo lo anterior compartido y vivido con los alumnos, con una alegría que me sorprendió muy positivamente.

Otro de los pilares de mi experiencia misionera en Honduras fue “Amigos para Siempre”, un Proyecto único y necesario para los niños, pero también para nosotros, los vicencianos. Llegué, dije simplemente: “Hola”, y me contestaron sonriendo: “Hola amigo”. Ese saludo me conmovió profundamente. En este Proyecto, se les da el desayuno (algunos niños sólo tendrán esta comida en todo el día). Después, unos van a refuerzo escolar, otros a un programa llamado “Formando Campeones”, con la “Fundación Real Madrid”. Educan en valores a través del fútbol y el deporte. Después, van a sus escuelas públicas. La tarde tiene, sobre todo, refuerzo y juegos, donde uno juega, habla, comparte, visita hogares con los entregados educadores, y en las visitas se comparten conversaciones muy elevadas sobre la vida, la violencia, el amor…

Terminaban mis días en Honduras y no quería marcharme de esa maravillosa tierra, en la cual mi vocación ha echado raíces fuertes, sin volver a La Cumbre, donde tuve la oportunidad de celebrar la Palabra, en domingo, y animar a un compromiso mayor, a la entrega por Cristo más allá de los individualismos, y a no perder su capacidad de sonreír y contagiar la sonrisa y la alegría. Tampoco pude dejar de acudir a la Escuela Agrícola, para un momento triste como es siempre la despedida.

La vuelta a Madrid tuvo una duración de once horas, durante las cuales fueron pasando rostros, nombres, situaciones… que me invitan a la reflexión sobre la Comunidad, la Congregación, mi incorporación a la Congregación, mi vocación al sacerdocio, la importancia de la formación, la importancia de ser para servir.

Autor: Ricardo Rozas, C. M., Estudiante de Teología
Fuente: http://misionerospaules.org/

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