1 Mc 2, 25-29; Sal 49, 1-6.14-15; Lc 19, 41-44.
”…no has conocido el tiempo ni la visita de tu Dios“
Así se lo dice Jesús a Jerusalén. “Y lloró por ella”. Nadie tuvo tantas posibilidades de Dios como Jerusalén. Y las desperdició. ¡Triste Jerusalén, que soy como tú!
¡Cuánto amor desperdiciado, cuantas ocasiones y visitas del Señor y de sus mensajeros los acontecimientos!
¡Cuánto amor echado en saco roto!
Jerusalén no reconoció el tiempo de Dios, no acogió suvisita, notuvoojosparaverquiénera Jesúsde Nazaret. Y ella se castigó perdiendo la salvación. “Vendrán días en que tus enemigos te cercarán… y no dejarán en ti piedra sobre piedra”. Las malas decisiones, a la corta o a la larga, traen malas consecuencias.
Pero Jerusalén es más que la ciudad que crucificó a Jesús. Hace pocos meses lo decía así el famoso cantante irlandés Bono: “Estuve en Jerusalén en una peregrinación con mi familia, y fui al Gólgota. Estuve ahí un rato a solas, donde la muerte murió. Pensaba eso: “Aquí la muerte murió”… “la muerte ya no tiene poder sobre mí, como tenía a mis 14 años, cuando mi madre murió. Una parte de nuestra psicología está asentada sobre el miedo a la muerte. Dice la Escritura que ahora vemos como en un espejo pero entonces veremos cara a cara. Así que, si sabes esto, entonces la vida es más fácil. ¡No puedo esperar a verlo todo claro!”.
Jerusalén es el lugar donde Jesucristo “me amó y se entregó a la muerte por mi”; aquella culpa y rechazo se nos hizo salvación. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5, 20). ¡Gloria a Jesús!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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