Video: Sor Justa Domínguez de Vidaurreta y los sesenta mártires vicencianos

por | Nov 2, 2017 | Formación, Mártires 2017, Noticias | 0 Comentarios

En el siguiente video, sor María Ángeles Infante, H.C. nos informa sobre el estado de beatificación de la Hija de la Caridad Sor Justa Domínguez de Vidaurreta, además de sobre la próxima beatificación de los sesenta mártires vicencianos.

 

Justa Domínguez de Vidaurreta nace en 1875 en Azpeitia (Guipúzcoa) durante los meses de exilio y refugio de sus padres en la casa de D. Benito Gibert, amigo de la familia. Los padres fueron perseguidos por su condición de carlistas frente al liberalismo alfonsino. Fue bautizada en Azpeitia en la parroquia de San Sebastián de Soreasu, el mismo día de su nacimiento, 2 de noviembre de 1875 y se le imponen los nombres de Justa – Manuela – Ignacia – Carlota. Antes de cumplir un año, sus padres vuelven a Tafalla, ciudad de origen donde Justa vive con su familia hasta su ingreso en la Compañía de las Hijas de la caridad. recibe el sacramento de la Confirmación el 15 de mayo de 1876 y en 1888 la primera comunión en la Iglesia parroquial de santa María de Tafalla.

Es la única hija entre ocho hermanos y ocupa el tercer lugar entre ellos.

Recibe una esmerada educación en el ambiente familiar, completada por las religiosas Hijas de la Cruz en el colegio de San José de Tafalla. En su adolescencia y juventud es miembro de la asociación de Hijas de María de la parroquia, toma parte en el movimiento caritativo de la ciudad integrándose en las conferencias de san Vicente de Paúl para señoritas jóvenes, visita a los pobres y enfermos, imparte catequesis a los niños y enseña a leer a jóvenes del campo de la escuela dominical, a la vez que cultiva con esmero la vida de piedad guiada por su director espiritual D. Ricardo Jiménez.

En este ambiente entre 1894 y 1895 surge su vocación a la vida consagrada, rechaza la oferta de matrimonio con un joven de buena posición social y decide ingresar en la compañía de las Hijas de la Caridad después de un serio discernimiento de la voluntad de Dios. Comienza el postulantado o prueba el 1 de junio de 1895 en el Hospital civil de Pamplona bajo la dirección de Sor Cristina Sarasa Arrarás. Durante este tiempo llamó la atención de sus compañeras por su piedad, disponibilidad, acogida y capacidad de entrega y sacrificio con las mujeres enfermas.

El 4 de septiembre de 1895 llega a Madrid e ingresa en el seminario iniciando su vida de entrega total como Hija de la Caridad. Durante el tiempo de formación manifestó especial grado de asimilación e interiorización del carisma. Fue su Directora del Seminario Sor Cecilia Álvaro. Terminado el tiempo del seminario fue destinada a la Casa Provincial como colaboradora y miembro del equipo de formación de las Hermanas que ingresan en la Compañía. El 8 de septiembre de 1900 ratificó su entrega total a Dios por los Votos, tal y como fueron concebidos por san Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac.

En este ministerio de formadora y educadora pasó los primeros 26 años de su vida de Hija de la Caridad, siendo ejemplo de virtud para las más jóvenes. en 1921 fue nombrada Vicedirectora del Seminario y a finales de 1922 Directora y principal responsable de la formación, ministerio que desempeñará hasta 1932.

En estos treinta y seis años de plena dedicación a la formación, su vocación está caracterizada por una radical capacidad de entrega a Dios y a las Hermanas. Trabajó incansablemente por promover una auténtica Escuela de santidad, ofreciendo a las Hermanas jóvenes un programa de santidad fundado en las Reglas dadas por San Vicente de Paúl a las Hijas de la caridad. Bajo su dirección se experimentó una notable renovación espiritual en el Seminario, sembró talante apostólico y misionero con gran disponibilidad, sensibilidad y entrega para servicio de los pobres. Esta disponibilidad y entrega se manifestó en su vida con frecuencia y también en muchas Hermanas formadas por ella. A su alrededor creaba ambiente espiritual, clima de Fe y atmósfera de vida fraterna. Presentaba la vocación como camino de felicidad y cauce seguro para vivir las Bienaventuranzas, entrega total a Dios para el servicio de los pobres, camino de identificación con Jesucristo, forma de continuar su misión de amor en el mundo y camino de santidad en la Iglesia. Decía con frecuencia que no se puede ser Hija de la Caridad y practicar la Caridad sin beber del manantial de la misma Caridad que es Dios. Y todo lo que enseñaba, lo hacía vida y daba testimonio de ello con su ejemplo.

En el año 1932 fue nombrada Visitadora o Superiora provincial de la provincia española que en aquella época era la más numerosa del mundo. Tenía bajo su responsabilidad 628 Comunidades y 8.300 Hermanas. Entre 1932 y 1936 logró visitar gran parte de las comunidades alentar a las Hermanas en los momentos de persecución, crear instituciones a favor de la juventud para neutralizar la acción laicista del «Club de los sin Dios» y de los «Ateneos libertarios de Madrid». Con este fin creó la asociación de Hijos de María para chicos, las obras postescolares para niños y jóvenes, la Biblioteca Popular católica vicenciana, la galería Literaria para las juventudes católicas con actividades de teatro, lectura y composición literaria, dos comedores sociales para niños pobres, un comedor social para obreros, anexo a la Casa provincial de la calle Jesús, nº 3 de Madrid y numerosas escuelas en barrios muy pobres de la capital. Parte de su trabajo apostólico en estos años 1032-1936 se centró en promover la colaboración entre las asociaciones de Hijos e Hijas de María y Damas de la Caridad con la Acción Católica en favor de los pobres. Otra gran parte de su trabajo apostólico se centró en la dirección y gobierno de las comunidades, sin dejar sus catequesis o conferencias semanales en el Seminario. Llevaba la pasión por la formación dentro del corazón.

Los escritos o circulares, llamadas por las Hermanas, Cartas de Caridad, expresan muy bien su experiencia espiritual y celo apostólico. En noviembre de 1933 expresa por escrito el lema de que impulsa su vida: «Llenarte de Dios, dárselo a los pobres y no temer a nada, ni a nadie» . Viendo venir la persecución y la guerra de 1936, alienta y motiva a confesar la fe hasta el martirio si fuera necesario. En julio de 1936 sufrió el asalto de la casa provincial, la disolución y dispersión de 400 comunidades y la aniquilación de gran parte de las Obras de caridad atendidas por las Hijas de la Caridad. Durante los 16 días que duró el asalto a la Casa provincial, ella animaba a las Hermanas a padecer por dar testimonio de la Fe, leyendo a la Comunidad, cuando se lo permitían los milicianos, el relato de los macabeos. Unos meses antes, en el mes de febrero había ordenado el traslado del Seminario a Sangüesa (Navarra) para ponerlo a salvo en lugar seguro.

Desde el 21 de julio de 1936 al 31 de agosto de 1937 pasó por la prisión y pensiones-refugio en actitud de ofrenda y permanente sumisión a la voluntad de Dios a través de los acontecimientos. En varias ocasiones ofreció su vida para salvar a otras personas, pero fue respetada. En septiembre de 1937, lograda la liberación, estableció su centro de acción en Sangüesa, junto al Seminario. Desde allí animó y alentó a las Hermanas en los Hospitales de campaña, reorganizó las obras en las zonas que iban siendo liberadas y, sobre todo, estableció sedes de ayuda hacia las Hermanas que permanecían en prisión, campos de concentración o refugios en las zonas republicanas afectadas por la persecución. Durante esta etapa todas las Hermanas y personas que la trataron quedaron impresionadas por su Fe, serenidad, confianza en Dios y capacidad de perdón y reconciliación. Dio en todo momento testimonio de virtudes humanas, morales y espirituales, coraje y libertad, laboriosidad, capacidad intelectual, voluntad firme, amor hacia todas las personas, particularmente hacia las Hermanas y los pobres. Audaz en las iniciativas, intrépida en las obras, capaz de crear redes de colaboración para extender el Reino de Dios, se sentía fortalecida por la gracia del espíritu Santo y llena de amor a la Iglesia, al Papa, a la Santísima Virgen y a la oración. En ese tiempo se multiplica para liberar a las Hermanas en clandestinidad, alentar, acoger, fortalecer, aconsejar y rehacer las comunidades y obras apostólicas. Visita también a las Hermanas de los Hospitales de campaña en los frentes de guerra, aún exponiendo su vida. En su actividad proyecta el testimonio de una vida totalmente ofrecida a Dios en la misión caritativa y una vida de oración intensa y fiel.

Con estas disposiciones, terminada la guerra civil, trasladó de nuevo el Seminario a Madrid y estableció allí la Casa provincial, acoge a las Hermanas que habían estado dispersas y logra restaurar de nuevo las obras en poco tiempo. Dedica todas sus energías a la reconciliación y perdón de los perseguidores, aliento vocacional de las Hermanas, establecimiento de ayudas para los pobres y reorganización de la Provincia. Destruida la Casa Centra de la calle Jesús, da los pasos legales necesarios para establecerla de nuevo en la calle José Abascal, sobre el Asilo de San Nicolás para convalecientes que es trasladado a otro lugar. Desde allí expande su celo misionero más de su país. En enero de 1940 envía Hermanas a la misión de Cuttack en India; en 1942 funda la Casa de estudios para la formación de las Hermanas y las revistas Hoja Pedagógica y Reina de las Misiones como medios de comunicación de experiencias apostólicas y misioneras. En 1943 reorganiza el Secretariado de Obras y anima la Cruzada Misional pro Cuttack. En 1946 estimula el establecimiento de la Unión de enfermos misioneros en los Hospitales atendidos por las Hermanas y alienta el restablecimiento de todas las obras, dedicando especial atención al envío de Hermanas a los suburbios de las grandes ciudades.

La última etapa de su vida (1948-1958) está caracterizada por sus viajes apostólicos, impulso y animación pastoral a todos los niveles, aumento de vocaciones, preocupación por la formación y vida de fe de las Hermanas y paciencia en las pruebas e incomprensiones. En 1948 visita la misión de Cuttack en India y en 1950 las Viceprovincias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En 1952 envía Hermanas a la isla de Santo domingo y su celo misionero parece multiplicarse sin cesar. Crecen mucho las vocaciones y la provincia llega a alcanzar los 11.500 miembros. Poseía el carisma de la caridad. Supo leer los acontecimientos desde la perspectiva de la fe, discernir y aconsejar desde la fidelidad a la voluntad de Dios. Se rodeó de buenas colaboradoras e hizo crecer las obras de la Compañía con hondo sentido eclesial, superando incomprensiones, envidias y dificultades de todo tipo. Experimentó con singular paciencia y humildad la cruz de la incomprensión en los últimos años, sobre todo de 1954 a 1958. La promoción de los niños y jóvenes sin hogar y la formación de los jóvenes de las Asociaciones marianas, de laicos vicencianos y de las Hermanas fueron objetivo preferente de su celo apostólico en los últimos años de su vida.
En el ejercicio de la caridad la sorprendió la muerte el 18 de diciembre de 1958, a los 83 años de edad. Su muerte fue un auténtico testimonio de fe y esperanza. Al amanecer del día dedicado a la Virgen de la Esperanza, ella entregaba su alma a Dios mientras susurraba esta oración vocacional: «Madre mía, que las que nos sigan sean mejores que nosotras». En el funeral y en la prensa de los días siguiente a su muerte, fueron muchas las voces que decían: «¡Es una santa!». La vida de la Sierva de Dios se puede definir como vocación de amor servicio a los más débiles y a la formación de las Hermanas como apóstoles de la caridad. Su actividad caritativa era expresión práctica de su amor a Dios y al prójimo: su identificación con el carisma vicenciano de la caridad y su peculiar carisma de formación, dirección y consejera espiritual de Hermanas y laicos vicencianos.

A su muerte, la Provincia de las Hijas de la Caridad españolas contaba con 11.500 Hermanas. Orientó y guió la fidelidad vocacional de muchísimas Hermanas y durante los años de su mandato como Visitadora provincial (1932 – 1958), el número de miembros pasó de 6.500 a 11.500 y las Comunidades aumentaron de 600 a 867. Estos datos son símbolo de la fecundidad apostólica de su entrega.

Cuando murió la Sierva de Dios, fue unánime el juicio sobre su vida virtuosa y santa. Existía una verdadera fama de santidad que fue en aumento por la concesión de gracias y favores. Enrique Albiol Esptapé escribe en 1962 cuatro años después de su muerte, en el prólogo de su biografía: «Hoy son cientos y miles los testigos que viven, que recuerdan y comentan los hechos siempre edificantes de esta santa mujer, cuya evocación tiene para todos la suavidad del buen olor de Cristo».

En 1964 se tuvo ya el proyecto de iniciar el proceso de canonización en la Archidiócesis de Madrid, pero la reorganización de las Hermanas en España con la erección de nueve provincias canónicas a partir de las dos existentes, retrasó el inicio del mismo. Después llegó la adaptación de la Compañía a las orientaciones del Concilio vaticano II y la elaboración de las nuevas Constituciones, hechos que dilataron de nuevo el inicio del proceso hasta el año 1991. Por estos motivos el Proceso Ordinario Informativo se celebró en Madrid entre 1991 y 1993, obteniéndose el Decreto de su validez el 25 de noviembre de 1994. La Positio super virtutibus y la Positio super scriptis, fueron presentadas en la congregación de las Causas de los santos el día 27 de septiembre de 2001, fiesta de San Vicente de Paúl. En el año 1972 la Hermana Sor Prudencia Zuazo Bujanda hospitalizada en el Hospital Auxilio Mutuo de san Juan de Puerto Rico, experimenta repentinamente la curación de su enfermedad, después de haber invocado la intercesión de la Sierva de Dios. El proceso super miro se llevó a cabo en la archidiócesis de San Juan de Puerto Rico del 6 al 20 de octubre de 1994. Se están estudiando los documentos relacionados con el milagro por la Congregación de los santos desde mayo 5 de 1995.

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