Rom 6, 19-23; Sal 1; Lc 12, 49-53.
No he venido a traer la paz, sino la división
Jesús hace en el evangelio de hoy unas afirmaciones que pudieran parecernos contradictorias con todo el conjunto de su mensaje de amor y de paz. El fuego del que habla aquí no es ciertamente el fuego destructor de un bosque o de una ciudad, no es el fuego que Santiago y Juan quería hacer bajar de cielo contra los samaritanos, tampoco es el fuego del juicio y del castigo de Dios, como solían decir los profetas en el Antiguo Testamento.
Jesús expresa más bien que tiene dentro un ardiente deseo de llevar a cabo su misión y comunicar a toda la humanidad, su amor su alegría, su Espíritu. La paz es un gran bien fruto del Espíritu, pero no la podemos identificar con una tranquilidad y pasividad.
Las palabras de Jesús, ayer como hoy, provocan siempre una división: la Palabra de Dios divide, ¡siempre! Provoca una división entre quien la acoge y quien la rechaza. A veces también en nuestro corazón se enciende un contraste interior; esto sucede cuando advertimos la fascinación, la belleza y la verdad de las palabras de Jesús, pero al mismo tiempo las rechazamos porque nos cuestionan, nos ponen en dificultad y nos cuesta demasiado observarlas.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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