Bar 1, 15-22; Sal 78; Lc 10, 13-16.
¡Ay de ti Corazaín, ay de ti, Betsaida!
Este lamento de Jesús por aquellas ciudades a las que llegó la Buena Nueva de la salvación en la persona de Jesús, puede ser el lamento de Jesús al ver nuestra Iglesia, nuestra parroquia, nuestra pequeña comunidad o grupo de reflexión, y nuestras personas. ¡Ay de ti! ¡Ay de ustedes!
Son tantas las ocasiones que te he llamado, tantas oportunidades de acercarte a la Iglesia, tantas ocasiones para adentrarte en el misterio de mi persona, tantas ocasiones para servirme en la persona de tus hermanos. Y Ahí sigues, sentado, como el ciego del camino, ahí sigues dormido y acostumbrado a que la vida pase sin dejar huella.
El conformismo, el individualismo, la pasividad, la comodidad son pecados que llevan a que Jesús se lamente de nosotros.
Jesús nos llama a un cambio de vida, a centrar nuestra vida en su persona. Nos invita a tener un compromiso con el hermano, porque si no somos capaces de salir de nosotros mismos hacia los necesitados, hacia los enfermos, los ignorantes, los pobres, los excluidos de la sociedad no podemos llamarnos cristianos seguidores de Jesús. Tenemos necesidad de un corazón grande capaz de amar, capaz de arriesgar, capaz de enfrentar problemas y dificultades. El camino del amor es contrario al del egoísmo. Nadie tiene un amor más fuerte que este: Dar la propia vida por la causa de Jesús.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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