Gén 21, 5. 8-20; Sal 33, 7-13; Mt 8, 28-34.
Violencia, sepulcros, endemoniados, cerdos, “y nadie podía pasar por aquel camino”.
El relato que leemos hoy en san Mateo parece el retrato de no pocos lugares actuales, donde los demonios mandan y son obedecidos. Sólo Jesús pudo con ellos y sus violencias. Pero los habitantes de aquella orilla del lago preferían su economía cerdícola antes que la salud de los enfermos. Como quien prefiere los dineros de los corruptos y narcos antes que la seguridad de la gente. Y aquellos habitantes “le rogaron a Jesús que se marchara de su territorio”. Y él se fue.
A lo largo de los evangelios no hay ninguna petición más triste que ésta. Pero Jesús no quiere quedarse por medio del poder y la violencia. Se fue. No es un invasor; respeta nuestra pobre libertad. Y, desde nuestra libertad, tú y yo le pedimos: ¡Ven, Señor Jesús! Sin ti, nuestra libertad está vacía y se convierte en la fea mueca del libertinaje y el sinsentido.
Ven, Señor, Jesús, que sin ti la casa, la familia, la comunidad está triste y todo se vuelven pleitos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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