2 Re 4, 8-11. 14-16; Sal 88, 2-3. 16-19; Rom 6, 3-4. 8-11; Mt 10, 37-42.
“…tan sólo un vaso de agua fresca”
Siempre me llama la atención este hecho: Jesús, el más manso y humilde, pide de nosotros el primer lugar en el amor, antes que padre, madre, hijos…, y añade que “quien pierda su vida por mí, la encontrará”. Como lo decía san Vicente de Paúl: “Hemos de amar a nuestro señor con ternura y afecto como un niño que no puede separarse de su madre”. Desde ese amor a él, crecen los demás buenos amores y nacen las obras, los servicios, la entrega amorosa al bien los pobres. Y nos asegura Jesús que “hasta el vaso de agua que demos a uno de estos pequeños… no quedará sin recompensa”.
Recuerdo la canción de Nena Daconte: “Tenía tanto que darte, / tantas cosas que contarte, / tenía tanto amor, / guardado para ti…” ¿Cómo me distraje de tal manera que no te lo di? ¿Cómo pude anteponer mi egoísmo a tu vida? Y contigo y contigo… y así con tantas personas a quienes pude ayudar y amar más y mejor y desatendí.
Dame, Señor Jesús, que sepa darte cada día el primer lugar de mi afecto, pues sólo así también mi amor a los demás será fiel y estará lleno de cuidados.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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