Hch 18, 23-28; Sal 46; Jn 16, 23-28.
“El Padre los ama porque ustedes me han amado”
Dios Padre ama a su Hijo y, por ello, ama a todos los que aman a su Hijo. Más que eso, a todos los que aman a su Hijo los ha tomado también como hijos suyos. En el Hijo, todos somos hijos. Jesús nos ha llevado a formar parte del ámbito del amor de
Dios, nos ha introducido en las habitaciones esplendorosas del amor trinitario para que participemos del amor recíproco entre el Padre y el Hijo.
Esto es lo que ha realizado Jesús con su vida, su muerte y resurrección.
Y ese amor que nos ha sido regalado, Jesús nos pide que lo compartamos entre nosotros, para que también entre nosotros se forme un torbellino de amor que lo envuelva todo.
Recuerdo al respecto una frase de San Vicente de Paúl: “Dios ama a los pobres y, por lo tanto, ama a quienes aman a los pobres”. El amor de Dios nos invita a formar redes de amor entre nosotros. Redes de amor que alivien el dolor, que restauren la dignidad, que fortalezcan la fragilidad, que sostengan la esperanza. Podríamos decir también: Dios ama a la humanidad y, por lo tanto, ama a quienes hacen de este mundo un lugar mejor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero, cm
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