“Si alguno quiere ser el primero, sea el servidor de todos”

Sir 2, 1-13; Sal 36, 3-4. 18-40; Mc 9, 30-37.

Jesús anuncia a sus discípulos que “va a ser entregado en manos de los hombres, que le darán muerte…”. Pero ellos “no entendían lo que les decía y tenían miedo de preguntar”. E iban muy acalorados discutiendo “quién de ellos era el más importante”.

He aquí un vislumbre más de la terrible soledad de Jesús, aun en medio de sus amigos. Él les anuncia su Pasión, y ellos discuten sobre el perímetro de su propio ego. ¡Cómo nos representan en dejarlo solo! Y también en señalarnos como tercamente ridículos y centrados en abanicar nuestras importancias. Pero Jesús, el paciente y tierno Jesús, no los rechaza, sabe cómo son, los reúne, se sienta en medio de ellos, y se pone a enseñarles.

¿Quieres ser importante? Está bien, ¡lucha por serlo! Pero no te equivoques de público, de camino ni de medios.

¿Ante quién ambicionas ser importante? Es decir, ¿a qué público admites y constituyes y reverencias como juez? Y, ¿por qué le das ese poder?

¿Tú público es, ante todo, tu amigo y Señor Jesucristo? Él no pisaba a los pequeños, les lavaba los pies, y no vino a ser servido, sino a servir. Por eso el más importante es el que más se parece a él, el que más sirve a los demás. No saldrás en los periódicos de los vecinos, pero estarás en el corazón de Dios. “Si uno quiere ser el primero, sea el último y el servidor de todos”. Así nos lo dice Jesús. Y en la medida en que lo hagamos, tendremos la alegre experiencia de esa grande y curativa verdad. Nuestro centro habrá cambiado, y ya no necesitaremos vivir mendigando baratijas.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.