Aproximadamente sesenta misioneros, de la Familia Vicentina de Rio de Janeiro y de Belo Horizonte, como también los seminaristas de la etapa de la filosofía de las provincias del Rio y del Sul, que residen en Curitiba (Brasil), realizaron, entre los días 14 y 28 de enero de 2017, las Santas Misiones Populares Vicentinas (SMPV) en la Parroquia Nuestra Señora de la Concepción del Montero, situada en Campo Grande, barrio de la zona oeste de la ciudad del Rio de Janeiro (Brasil).
La parroquia misionada se compone de nueve comunidades distribuidas en cuatro sectores, y trabaja en red de comunidades. En ese año, las SMPV alcanzaron dos sectores y cinco comunidades. En el sector Cantagalo, las comunidades misionadas fueron: Nuestra Señora de Fátima y Santa Lucía, San José de Anchieta y San Sebastián; y en el Sector Jardin Montero: San Vicente de Paúl y San Pablo Apóstol. Para atender a la demanda, los misioneros se organizaron en cinco equipos.
La realidad socio-político-económica es muy diversa. En una primera mirada se nota una enorme y plural área comercial, conteniendo hasta un gran centro comercial. En lo que se refiere a las residencias, hay condominios, casas lujosas, casas de veraneos, fincas; pero si uno mira más profundamente, constata una realidad más cruda con muchas casuchas, calles sin asfalto, sin saneamiento básico y con alcantarillas al aire y casas en áreas de riesgo. No hay una presencia actuante del Estado, echando se en falta las condiciones necesarias para una vida digna, sobre todo para la población más carenciada. Los puestos de salud, por ejemplo, son insuficientes y casi inoperantes, apuntando al grande colapso que la “ciudad maravillosa” vive, y afectando principalmente los moradores de las periferias. En lo que se refiere a la violencia, no parece ser un sitio peligroso, comparado a otras regiones, aunque el “orden” sea mantenido por milicianos.
En los días de misiones, se realizaron varias actividades como: visitas domiciliares, encuentros con niños, jóvenes, adultos, familias, líderes…; celebraciones eucarísticas; unción de los enfermos; celebraciones de la misericordia con confesiones; adoración eucarística, tarde de espiritualidad; procesiones; círculos bíblicos; noche cultural, y confraternizaciones. Tuvimos la oportunidad de celebrar la fiesta del patrono de dos comunidades, San Sebastián y San Pablo Apóstol, y los 400 años de nuestro carisma.
Destacamos y alabamos a Dios por el testimonio de todos los misioneros, tantos los nuestros, como los locales, que no escatimaron esfuerzos, enfrentándose al ardiente sol, las altas temperaturas, las largas caminatas para anunciar, con alegría, celo y fe el Reinado de Dios. Las visitas domiciliares no siempre se vieron respondidas con una acogida fraterna: aun siendo pocas las casas que abrían las puertas, en otras éramos atendidos en los portones y una pequeña cantidad nos invitaba a entrar. Pero ningún obstáculo impidió la realización de esas misiones.
Varias personas e instituciones favorecieron, directa e indirectamente, el buen éxito de las misiones, disponiendo aquello que era necesario. Un ejemplo de eso fue la presencia constante del párroco, Padre André, un hombre digno de elogio, testigo de pobreza y favorecedor de aquello que el Concilio Vaticano II, el Documento de Aparecida (que en ese año cumple 10 años), apuntan y el Papa Francisco tanto nos incentiva: una Iglesia ministerial, en red de comunidades, pobre, acogedora, servidora, misionera, en permanente estado de conversión, en constante salida, que anuncia la Buena Noticia de Jesucristo, que escucha el clamor de la humanidad y que lucha por justicia y paz. Otro factor favorable fue la comunidad de las Hijas de la Caridad que nos acogió, en el Colegio Rural San Vicente de Paúl, favoreciendo un ambiente confortable, familiar y fraterno. Por fin, muchas personas dedicaron su tiempo en trabajos de cocina, dando lo mejor de sí y facilitándonos una alimentación de calidad a nuestros misioneros.
En definitiva, al clausurar ese período de las SMPV, nuestro corazón se llena de gozo por todas las bendiciones y gracias que Dios nos concedió, fortaleciendo a todos y conduciéndonos, con su Santo Espíritu, al encuentro de nuestras hermanas y hermanos, posibilitándonos participar de sus alegrías y tristezas, angustias y esperanzas. Las semillas fueron lanzadas. Sabemos que hay mucho por hacer, que la misión no termina y que es extremamente necesario que cada bautizado se encuentre con Jesús y el testigo alegre de su Evangelio; quizás ese sea el fruto maduro aún por recoger.
Después de las misiones, cada uno retornó para sus casas, sus comunidades, para continuar siendo sal de la tierra y luz en el mundo, para seguir anunciando el amor y misericordia de Dios.
Con el auxilio de Dios, en el próximo año volveremos al Campo Grande – RJ, para continuar a celebrar las SANTAS MISIONES POPULARES VICENTINAS.
Elpídio Júlio Cardoso (2º año de filosofía CMPS)
Hugo Silva Barcelos, CN (4º año de teología PBCM)
Marlon Antônio Alves de la Silva (2º año de filosofía CMPS)
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