Hebr 13, 1-8; Sal 26, 1-5; Mc 6, 14-29.

El rey Herodes Antipas tiene pesadillas. Por el lodoso río de su conciencia emerge con frecuencia el cadáver de Juan el Bautista. Y, como le llegan extrañas noticias sobre Jesús de Nazaret, se le antoja que es el mismo Bautista o su fantasma.

El evangelio de hoy es una página terrible y veraz sobre el poder y los poderosos. Estamos en el cumpleaños de Herodes. Arriba, en el palacio, hay fiesta, corre el vino por las mesas repletas de manjares. La música y el baile alegran y narcotizan a los comensales. Abajo, en la cárcel, está preso Juan a causa de sus denuncias contra el adulterio de Herodes. Y arriba, entre copa y bocado, se decide la suerte del pobre, del encarcelado. Herodías, la hermosa bailarina –por instigación de su madre– logra de Herodes la cabeza del Bautista.

Arriba, entre risas, decido con mis calumnias la suerte del prójimo. Arriba, en una festiva comida de trabajo, se decide echar a la calle a no pocos trabajadores. Arriba, entre egoísmos y disculpas, decide el abandono de sus hijos. Arriba, entre legisladores, se decreta un salario mínimo de miseria…

Concédenos, Señor, la fortaleza de Juan para denunciar cuanto se opone a tu Reino.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.