2 Tim 1, 1-8; Sal 95; Mc 4, 21-25.
“La misma medida… se usará para ustedes”
La luz que recibimos es Jesús mismo. Los discípulos que somos todos nosotros debemos mostrarla a todos los hombres y no guardarla o esconderla. Como veíamos el día de ayer, debemos comunicarla la luz de resucitado a todos los hombres.
Mario terminó sus estudios en un internado católico, y volvió a su casa. No sabía cómo ayudar a su hermano, ya que este se reía de toda práctica religiosa.
Le pidió consejo a un sacerdote y éste le aseguró: Sin duda lograrás ayudar mucho a tu hermano. –¿Pero cómo, padre? Si yo le digo algo, él nunca me da la razón. –Pues nunca le digas nada. –Entonces, ¿cómo lo ayudo?
Tu sigue haciendo tu oración cada noche, arrodillado al pie de la cama, estando tu hermano presente; no lo hagas como pretendiendo enseñarle algo; respeta su forma de ser; aunque él se ría de ti, no te desalientes.
Mario así lo hizo. Las primeras noches el hermano se burlaba riéndose a carcajadas. Luego ya dejo de burlarse. A los quince días le dijo: Mario, ¿Por qué no rezamos juntos?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
0 comentarios