Heb 2, 14-18; Sal 104; Mc 1, 29-39.
“Curó a muchos enfermos de diversas enfermedades”
Estamos en Cafarnaúm y somos testigos de muchas curaciones por parte de Jesús, comenzando con la suegra de Pedro. Si ya lo había hecho en la sinagoga, ahora lo hace a plena luz, entre la multitud que lo busca para remediar sus males. Y cuenta el evangelio que, después: comenzó a recorrer toda Galilea, predicando y expulsando a los demonios”.
Jesús es el hombre libre que tiene conciencia clara de su identidad y de su misión. Nadie ni nada lo detiene. Para eso lo envío el Padre y no hay tiempo que perder. Apenas termina el sábado, le traen todo tipo de enfermos y poseídos para que los cure y él los sanó.
Pero hay un detalle que no podemos olvidar, Jesús calla a los demonios para que no digan quién es él.
Los demonios quieren hablar acerca de él, pero Jesús se los impide; les cierra la boca. Le quitó su poder al que reinaba por medio de la muerte, es decir, al diablo, nos dice la carta a los Hebreos en la primera lectura.
Las señales hablan por sí mismas. No necesitamos del testimonio del enemigo. Quien se encuentra con Jesús debe buscar en él su salvación.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
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