San Juan Evangelista
1Jn 1, 1-4; Sal 96 , 1-12; Jn 20, 2-8.
“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”
El discípulo amado – el representante de las y los discípulos de Jesús– encontró el amor de su vida de la mano de Juan Bautista. Pasaba por allí Jesús y les dijo: “Ése es el Cordero de Dios”. Éste discípulo y Andrés lo siguieron, lo acompañaron, “vieron donde vivía y se quedaron con él”. Al cabo de muchos años, el discípulo recordaba la hora de aquel primer encuentro, “eran como las cuatro de la tarde” (Jn 1, 39).
El cristianismo no es una filosofía, una religión, una moral. No es eso en primer lugar. Es una relación personal con Jesucristo: Creo en ti, te escucho, me fío, te sigo a ti. En esta relación aparece después todo lo que Jesús nos dijo, nos mandó o nos reveló. Sin este encuentro, sin “estas cuatro de la tarde” en que “se quedaron con él”, sin la experiencia de amor personal a Jesucristo, el cristianismo se queda en nada, o en ceremonias vacías. Como un paseo sobre hojas secas.
Si hay encuentro, relación, trato, todo lo demás vendrá. Si no lo hay, hasta aquello que parecía, o era bueno, irá desapareciendo ante las dificultades o ante la presión de un ambiente contrario.
Hoy te agradezco, Señor, el Evangelio y las cartas de Juan el evangelista. Quiero leerlo más.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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