“Baja pronto, quiero hospedarme en tu casa”
Apc 3, 1-6. 14-22; Sal 14, 2-5; Lc 19, 1-10.
Zaqueo era un hombre bajito, y logró subirse a la salvación de Jesucristo. Era ladrón, y consiguió robarse el tesoro del Reino. “Hoy ha entrado la salvación a esta casa”, le dijo Jesús. ¿Existen acaso palabras más alegres que éstas?
Amo a este Zaqueo que es un desafío para mí.
Estaba insatisfecho con su vida, y ¡quería ver a Jesús! Y este querer lo ocupaba todo. No era un deseo superficial o frívolo. Todo Zaqueo estaba en ese empeño. Por eso, puso los medios para conseguirlo. Los medios son la revelación de lo que en verdad queremos. Como la multitud se lo impedía, se subió a un árbol por ver si Jesús pasaba por allí. No le importó que lo señalaran como a alguien ridículo, ni le hizo caso a ese dios caníbal que es el qué-dirán- los-demás.
¿Qué más medios puso? A petición de Jesús, se bajó rápidamente. Se bajó de sus pedestales, y latrocinios. Escuchó las críticas del pueblo que lo señalaban como “pecador”. Le abrió su casa a Jesús para hospedarlo. Y repartió la mitad de sus bienes a los pobres y devolvió lo robado. Aquel día se dejó más dineros que en una mala jornada en Las Vegas. Pero se abrió al que es la Vida. ¡Fue su mejor día!
“Amemos a los pobres –decía san Vicente de Paúl– peroqueseaconelesfuerzodenuestrosbrazosyelsudor de nuestra frente”. ¿Cómo abrirle la casa a Señor sin hacerlo con los más suyos, que son los necesitados?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
0 comentarios