“Y Dios, ¿no hará justicia a quienes claman a él?”
3 Jn 5-8; Sal 111, 1-6; Lc 18, 1-8.
Joseph Fadelle, iraquí de nacimiento, descendiente de Mahoma, es hoy católico. Le ha costado persecución tras persecución de parte de su propia familia. Lo metieron en un maletero, lo encarcelaron, le dispararon y torturaron… y logró escaparse al extranjero. Y su oración y su fe fueron creciendo. Cuando le preguntan por la fe cristiana de su esposa, responde: “Su fe es más fuerte que la mía. Ambos somos conscientes que la Comunión y las oraciones son como la gasolina, la energía que hace marchar el motor.. y, quien no ora, vive gracias a las oraciones de la gente que sí reza. Desde nuestro bautismo ya no tiene miedo, pero para el bautismo tuvimos que esperar trece años desde nuestra conversión”. “Y Dios, ¿no hará justicia a quienes claman a él día y noche?
Jesús, para encarecer la necesidad de orar sin desmayo, habla de la mujer a quien el juez no le hacía justicia. Y, en ella, de los pobres y desvalidos que son explotados, acaso encarcelados por nada, y sin jueces que les hagan justicia. Pero la mujer no se resignó e importunaba al juez un día y otro día… hasta que a éste le compensó ha- cerle caso. Y Dios, ¿será acaso menos bueno que el juez malo? “Todo lo contrario –dice Jesús– Dios les hará justicia y lo hará pronto”.
Señor, tú nos conoces y sabes de nuestras prisas, danos la confianza para acoger el tiempo de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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