Jesús pasa a tu lado todos los días, en cada momento, incluso en esos cuando más solo te sientes, Él está contigo.
Reflexión:
En la acción y en la oración, tanto si me retiro a orar como si sirvo al pobre, siempre encontraré la misteriosa presencia del Dios vivo, Jesucristo salvador.
Todos los cristianos podemos acercarnos a Jesucristo en la oración, y tener un trato íntimo con Él. Es una necesidad: sin esto, nuestra fe se marchitaría. Debemos alimentarla con frecuencia, salir fortalecidos y consolados de ella, hablar «de tú a tú» con el Dios que se hizo hombre, que se acercó primero a nosotros.
Muchos vicencianos hemos experimentado esa presencia especial también en nuestro encuentro con los pobres. Hay un texto de san Vicente de Paúl (dirigido entonces a las Hijas de la Caridad, pero hoy en día a todos los vicencianos) que nos ilumina en este sentido:
«Al servir a los pobres, se sirve a Jesucristo. Hijas mías, ¡cuánta verdad es esto! Servís a Jesucristo en la persona de los pobres. Y esto es tan verdad como que estamos aquí. Una hermana irá diez veces cada día a ver a los enfermos, y diez veces cada día encontrará en ellos a Dios. Como dice san Agustín, lo que vemos no es tan seguro, porque nuestros sentidos pueden engañarse; pero las verdades de Dios no engañan jamás. Id a ver a los pobres condenados a cadena perpetua, y en ellos encontraréis a Dios; servid a esos niños, y en ellos encontraréis a Dios. ¡Hijas mías, cuán admirable es esto! Vais a unas casas muy pobres, pero allí encontráis a Dios. Hijas mías, una vez más. ¡Cuán admirable es esto! Sí, Dios acoge con agrado el servicio que hacéis a esos enfermos y lo considera, como habéis dicho, hecho a él mismo» (SVP ES, IX-1, 239).
¿Has vivido esta experiencia de encontrar a Jesucristo en los pobres? ¿Nos lo cuentas?… Puedes hacerlo en la sección de comentarios, un poco más abajo en esta misma página.
Letra:
Tan cerca de mí.
tan cerca de mí,
que hasta lo puedo tocar,
Jesús esta aquí.
Le hablaré sin miedo al oído,
le contaré las cosas que hay en mí;
y que solo a Él le interesarán,
Él es más que un mito para mí…
No busques a Cristo en lo alto,
ni lo busques en la oscuridad;
muy cerca de Ti, en tu corazón,
puedes adorar a tu Señor…
Míralo a tu lado caminando,
paseando entre la multitud;
muchos ciegos son porque no lo ven,
ciegos de ceguera espiritual…
Letra y música: Luis Alfredo Díaz.
Versión de Carolina Reano y Esteban Guajardo.
Un saludo a los hermanos vicentinos.
Mi nombre es Enrique y pertenezco a la Familia Vicentina en la rama de Juventudes Marianas Vicentinas, hijos e hijas de María, y les comparto mi encuentro con Cristo en los pobres.
Hace 8 años fui invitado por una religiosa de la congregacion de Jesús María, la madre Teresita Ochoa a una Semana Santa al Cereso de Mérida, y me tocó trabajar con el equipo de los mçodulos de enfermos de VIH y también siquiátricos. Me causó mucho impacto ver aquellos hombres en prisión, enfermos y con tanta necesidad de ser atendidos física y espiritualmente. Andaban con los pies con uñas largas, la ropa sucia, abandonados a su suerte, y los enfermos de VIH con mucho resentimiento, hombres que habían ya perdido la ilusión de vivir. Lo más triste es que a esos modulos solo llegaba gente para fiestas y momentos especiales, Navidad, Semana Santa y día del reo, pero nadie quería hacerse cargo, ni los colegios ni los pastoralistas, pues tenían un poco de miedo por su aspecto, por su enfermedad o porque decían que podrían ser agresivos; y decidimos junto con mi amiga y compañera de pastoral formar el grupo de los enfermos y hacernos cargo de ellos. Luego se nos unio Fani y Conchita. Ya no pude abandonarlos; desde ese momento he visto milagros, he tocado Cristos, uno que murió y logró reconciliarse con su familia; otro, que odiaba las cosas de Dios y adoraba la muerte, decidió un día romper la imagen horrible de ese demonio y en su lugar puso ala virgen de guadalupe, y pidió ser llevado al padre para confesarse; y así mil historias más. Este año fui invitado a dar una respuesta más comprometida y desde el 15 de agosto de este año estoy en Nuevo Laredo con los misioneros scalabrinianos en la misión de la casa del migrante de Nazareth, sirviendo a tiempo completo a los hermanos migrantes.
Un saludo y me encomiendo a sus oraciones.
A JESUS POR MARIA.
Mil gracias a Dios y a ti, Enrique, por tu aportación conmovedora de obra y de palabra. Me haces recordar al que vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, traspasado por nuestras rebeliones y triturado por nuestros crímenes.