Is 10, 5-7. 13-16; Sal 93, 5-15; Mt 11, 25-27.
“Has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a los sencillos”
Cuatro veces sale, en estos dos versículos y en boca de Jesús, la palabra Padre. Jesús rompe a cantar su acción de gracias al Padre. ¿Por qué? Porque a su Abba le ha parecido bien ser tan parcial y misericordioso en favor de los más necesitados. Y, además, nos revela que “nadie conoce al Padre… sino aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Leí, hace algún tiempo, estas apreciaciones del investigador de la UNAM, Jorge Trasloheros. “Los que practican la religiosidad popular, no practican un catolicismo vergonzante, el de ellos es un catolicismo muy adulto pues, en medio de críticas y reprobaciones, salen a las calles a hacer sus peregrinaciones y no les da vergüenza hacerlo; los vemos con sus camisetas, se cuelgan sus rosarios y demás utensilios. Pecadores, como todo el mundo, pero están generando constantemente lazos de solidaridad y de comunión”.
Los sabios y entendidos, en su mayoría, tienen que mirar sobre el hombro antes de manifestar su fe, no vaya a ser que los de su tribu los descalifiquen. No la han entendido y, por eso, padecen complejos. Los sencillos han entendido que nada tienen mejor que su confianza en Dios y, sin complejos, lo manifiestan también en las calles.
Danos, Señor, entender y vivir las cosas de tu Reino.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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