Los miembros de la Asamblea General de la Congregación de la Misión, reunidos en Chicago, se unieron a los feligreses de la Parroquia San Vicente de Paúl y a la Familia Vicenciana de Chicago en la celebración de la Eucaristía del domingo, 10 de julio.
El P. Tomaž Mavrič, nuevo Superior General de la Congregación, presidió la Eucaristía, y el P. Gregory Gay y el P. Joe Agostino, director de la Oficina Internacional de la Familia Vicienciana, fueron los concelebrantes principales.
La música en la celebración fue una mezcla de música litúrgica de autores vicencianos y de música litúrgica contemporánea. Durante su homilía, el P. Tomaž pidió a todos los miembros de la Familia Vicenciana —a los que pertenecen a una rama específica y a los que que no, pero que viven el carisma— que estemos dispuestos a salir y cambiar nuestro mundo. El padre pidió una mayor colaboración entre los miembros para “construir el Reino juntos, ¡como una familia! Este es el único camino a seguir y la forma para obtener resultados efectivos y duraderos”.
Reflexión de Ellen Dauwer, una Hermana de la Caridad de Santa Isabel Seton:
Durante las últimas dos semanas he estado siguiendo las reuniones de la Asamblea General de la C.M., en especial la elección de su nuevo Consejo General. Entonces, la semana pasada una Hija de la Caridad me invitó a asistir a la liturgia del domingo, que los miembros de la C.M. celebraron junto con toda la Familia Vicenciana. Me llamaron la atención muchos momentos de la liturgia y la recepción que siguió, pero me gustaría señalar tres.
Primero, la descripción y la inclusión de toda la Familia Vicenciana que el P. Tomaž hizo en su homilía. No fue una mera referencia de pasada o una mención rápida. Más bien fue una descripción minuciosa y deliberada, y la expresión esperanzada de una mayor expansión.
En segundo lugar, la colaboración concreta que se manifestó en la recepción. Hace poco tiempo que me trasladé a Chicago y asistí a la liturgia tanto para celebrar con la Familia Vicenciana como para conocer a su miembros en Chicago, después de muchos años en el área metropolitana de Nueva York. Mientras caminaba hacia el parking, después de la celebración, llevaba la tarjeta de un miembro que me invitó a una obra de colaboración, así como varias invitaciones a cenar, a hacer visitas y a otros eventos de la Familia. ¡Nuestra colaboración es concreta y real!
En tercer lugar, y lo más importante, he experimentado un profundo sentido de pertenencia, desde el momento en que entré a la iglesia hasta que salí del parking. Después de haberme sentido un poco desorientada las últimas semanas, acogí calurosamente la hogareña sensación dentro de la Familia. Más tarde, reflexionando sobre ello, me di cuenta del don que Dios me ha dado. Al igual que Jesús amplió la familia al vincular a su Madre y a su discípulo Juan, Él nos sigue regalando a los unos con los otros. Su invitación para mí fue: «Ellen, ¡ahí tienes a tu familia!»
También, P. Tomaž nos ha recordado la necesidad de desarrollar nuestra espiritualidad en torno a las cinco virtudes vicencianas: sencillez, humildad, mansedumbre, mortificación —para vencer la auto-referencialidad— y celo, para continuar la misión de Vicente, la misión de Jesús. Después de la Eucaristía, la parroquia ofreció una recepción para todos los presentes.
¡Viva la Familia Vicenciana!
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