“Tomó la firme determinación de ir a Jerusalén”

1Re 19, 19-21 | Sal 15 | Gal 5,13-18 | Lc 9,51-62.

El ministerio de Jesús se había desarrollado sobre todo en Galilea. El evangelio de hoy nos presenta el momento en que Jesús decide dejar Galilea y caminar hacia Jerusalén. Lo hace con una determinación firme, asumiendo las consecuencias, sabiendo que a partir de hoy se va a ir quedando más solo, tendrá que enfrentar la persecución y que, finalmente, en Jerusalén sufrirá la pasión cruel y la muerte. Jesús abraza su destino en un acto de obediencia al Padre y en un acto de generosidad por la salvación de los hombres. “Nadie me arrebata la vida, yo la entrego por amor.”

El amor te hace valiente y arriesgado; te hace desprendido y generoso. El que ama no puede ser mezquino ni egoísta, ni insensible ni apático.

Pidámosle a Jesús que nos conceda abrazar con determinación nuestro destino de amar sin medida. Pongámonos, junto con él, de camino a Jerusalén, de camino a la entrega generosa de cuanto somos y tenemos, para construir un mundo más justo y fraterno, un mundo más humano.

En Jerusalén no sólo lo (nos) esperan la pasión y la muerte; también está, aguardando bajo del manto oscuro del sacrificio, la deslumbrante luz de la resurrección.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero, C.M.