“En la cátedra de Moisés están sentados los escribas y fariseos… pero no imiten su conducta, porque dicen y no hacen”
Ez 43, 1-7 | Sal 84 | Mt 23, 1-12.
En el fondo lo que quiere enfatizar el pasaje evangélico es la incoherencia entre lo que se dice y se hace, la falta de sinceridad que tenemos con
Dios nuestro Padre y nuestros hermanos de comunidad. El señalamiento que hace Jesús a los hombres de su tiempo nos alcanza a nosotros también.
Jesucristo no está haciendo una invitación a vivir en desacato con respecto a las normas, pues reconoce que son necesarias como instrumentos que nos ayudan a construir relaciones más fraternas y a estar mejor conectados con Dios. Lo que quiere es, que verdaderamente seamos ejemplo de cumplimiento en nuestras comunidades y que no aprovechemos el cargo que tenemos para solo dar indicaciones y decir lo que está mal cuando nosotros mismo no lo hacemos.
No podemos vivir nuestras vidas alimentando apariencias, buscando ser reconocidos y distinguidos de los demás para que se note lo importante que somos. Muchas ocasiones tenemos sed de los aplausos y si no los recibimos nos sentimos muy mal. Necesitamos que nos llamen por nuestros títulos y se nos olvida la sencillez que nos hace más cercanos a Dios y a los hermanos.
Fariseo significa “separado” de allí que nos cuestionemos:
¿cuáles son las acciones que ahora nos separan de los demás? ¿cuáles son las marcas que vestimos para separarnos? ¿mi estilo de vida me hace cercano a los pobres?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Israel C. Alba Romero, C.M.
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