“No tienen por qué irse; denles ustedes de comer”
Jr 28, 1-17 | Sal 118 | Mt 14, 13-21.
Observamos cómo mucha gente sigue a nuestro Señor Jesucristo, quien se retira a un lugar apartado. Jesús, al verlos, se compadeció de ellos, cosa que debe saltar a nuestra vista pues su actitud es semejante al amor entrañable de una madre que en el caso de Jesucristo le mueve hasta lo más profundo de su ser. El dolor y el hambre de aquellos hombres no pueden pasar desapercibidos y hay que poner remedio.
Solo hay cinco panes y dos peces para saciar el hambre de aquellos hombres. Muchas de las pobrezas que vivimos nos asustan y no sabemos qué hacer. Como cosa instintiva ante las necesidades y carencias nos tendemos a reservar, pues no queremos que nadie nos quite eso poco que tenemos, pues decimos más vale que tenga algo yo a que me quede sin nada por andar de caritativo. Jesucristo por medio de ese gesto al alzar los ojos al cielo y tomar los peces y los panes anuncia esa Cena en la cual toda la humanidad tendrá cabida y en la cual encontrará el pan de la esperanza.
Tenemos muchas necesidades al igual que en aquel tiempo, hombres de muchos países migran a otros en busca de mejores oportunidades, ¿Qué hacer? ¿A quién le corresponde dar ese paso? Jesús retó a sus discípulos pidiéndoles que ellos busquen el remedio a esa necesidad. El milagro inicia cuando somos materia dispuesta y ponemos los dones que nos ha dado Dios al servicio de los demás, cuando vamos más allá de nuestro instinto de sobrevivencia y nos abrimos a la posibilidad del compartir.
Si todos ponemos lo que somos, hasta sobrará.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Israel C. Alba Romero, C.M.
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