Si a mí me han perseguido, también los perseguirán a ustedes”
Hch 16,1-10 | Sal 99, 2-5 | Jn 15, 18-21.
El breve fragmento evangélico de hoy está construido a partir de dos frases condicionales, una en imperativo y otra más iniciada con un “si” condicional. (Entre paréntesis, aquí la palabra “mundo” se refiere a las personas que rechazan conscientemente a Jesucristo).
“Si el mundo los odia, a mí me ha odiado antes; si fueran del mundo, el mundo los amaría… Si a mí me han perseguido, también los perseguirán a ustedes… Acuérdense de la palabra que les he dicho: El siervo no es más que su Señor…”.
Es decir ¡Jesús! que si somos tus seguidores, la persecución está en el programa. Y, de una u otra forma, se hará presente. A veces incluso en la misma familia. La persecución nace y vive del odio. Hay formas de contrarrestarla, pero sólo hay una manera de no sumarse a ella: amando. Si odias a los que te odian, terminarás en el campo de los “odiadores”.
¿Cuántos mártires contó este año pasado Nigeria, por ejemplo? “Occidente ha callado antes y sigue callando”, aún después de lo sucedido en París, nos recuerda Peter Kamai. “Las iglesias –en Nigeria– están cada día más llenas y la gente participa aunque sea arriesgando su vida”. Peter Kamai dirige un seminario con 400 seminaristas “felices de entregar su vida a Cristo… la Iglesia se construye sobre la sangre de los mártires”. Desde la comodidad, el descuido de la fe o los pequeños pleitos, ¿podremos entenderlo?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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