Hch 15, 22-31 | Sal 56, 8-12 | Jn 15, 12-17.
Tras el lavatorio de los pies y el anuncio de la traición de Judas, Jesús les dio su Mandamiento Nuevo (13, 34). Ahora nos lo repite dos veces: en 15, 12 y en 15, 17.
“Nadie tiene más amor que quien da la vida por sus amigos”. Jesús la dio por ti y por mí, y en su Mandamiento nos pide que nos amemos como él nos ha amado. Y nos ha elegido para que vayamos y demos fruto. ¿Lo defraudaremos?
Podemos decir –y con verdad– que no podemos, que esto nos es imposible. Pero la historia nos lleva la contraria. Débiles niños, frágiles jóvenes, sencillas y atareadas mujeres, hombres de variada condición, sabios e iletrados… fueron capaces. No necesitamos leyendas, mira la historia. Vivieron y murieron en el amor supremo. ¿Cómo lo lograron? No por sus fuerzas, sino pidiendo y acogiendo la fuerza de Jesucristo, ensayando su carne a la gracia de éste que nos dijo: “Sin mí nada pueden”.
La primera lectura nos dice: “Les enviamos a hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo”. Es frecuente que terminemos pareciéndonos a aquello en lo que nos fijamos. Si te fijas en los vulgares, peligras hacerte vulgar; si te fijas en Jesucristo y en sus mejores seguidores, encontrarás gracia y motivos para parecerte a ellos. ¡A esta alegría estamos retados!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
0 comentarios