“Recojan los trozos sobrantes para que nada se pierda” Hch 5, 34-42 | Sal 26, 1-14 | Jn 6, 1-15.
Debería ponerme de rodillas para recibir el amor que me dan, y acogerlo bien para que nada se pierda. “Cinco panes de cebada y dos pescados” tenía el joven del evangelio. Pero, ¿qué es eso para la gran multitud que rodeaba a Jesús?
Al este de China, en una aldea de la provincia de Shandong, vive el granjero Du Yuanfa. Tiene ya 84 años. Se casó, a sus 28, con la joven veinteañera Zhu Yuai. Pero ésta, cinco meses después, se quedó paralizada, las cosas se le caían de las manos y había que alimentarla en la boca. La llevó de hospital en hospital, pero todo fue inútil. Varios de sus amigos le aconsejaban: Déjala y comienza una nueva vida. Pero, él –Du Yuanfa– le dijo a su jovencísima esposa: “No te preocupes, te cuidaré siempre”. Lleva haciéndolo así 56 años con sus días y sus noches, sus inviernos y sus veranos.
Cinco panes de cebada y dos pescado. Eso era todo. El amor de un hombre fiel, ¿qué más tenía este pobre granjero? Pero, los vecinos de la zona se fueron enterando y –unos hoy y otros mañana–, les han ido ayudando con comida, admiración y medicinas. El amor de Du Yuanfa los ha contagiado.
La generosidad que tú pones es como un buen perfume que, al destaparse, “llena la casa de fragancia”, y a todos nos desafía y nos aroma. Sigue poniéndola. Todos te necesitamos, a ti y a tu amor de cada día… Tus cinco panes y tus dos pescados.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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