Hch 4, 13-21 | Sal 117, 1-21 | Mc 16, 9-15.
“Se apareció primero a María Magdalena”
Pedro y Juan habían curado a un hombre tullido. Y, en los jefes judíos, aparecieron el miedo y sus hijas, las amenazas. Los muertos no curan a nadie. Si Jesús fue muerto, crucificado y enterrado, ¿cómo puede seguir dando vida? Los jefes se alarmaron. Pedro les dice: “Ha sido curado por el nombre de Jesucristo, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos”. Todos conocían al tullido, no podían negar su curación. Pero los jefes, amenazándolos, les prohibieron seguir hablando de Jesús.
¡Qué tolerantes!
Hoy, a muchos católicos, (¿soy de esos?) no es preciso amenazarlos ni prohibirles hablar de Jesús. No lo necesitan. Ni se les ocurre hacerlo. Se suman sumisos a la autocensura de los medios de comunicación, que sólo saben hablar del cristianismo si encuentran algún escándalo. Hace ya algún tiempo (27, julio, 2013) nos decía el Papa Francisco: “Estamos llamados por Dios –con nombre y apellido– cada uno de nosotros, llamados a anunciar el Evangelio y a promover con alegría la cultura del encuentro”. ¡Como María Magdalena!
Recuerdo a aquel africano, de la tribu de los pel, a quien sus familiares le quitaron todo por hacerse cristiano. Decía: Ahora soy libre, y voy por todas partes anunciando a mi Señor, y si paso una semana sin hacerlo, me parece que mi lengua está reseca y me sabe a paja mojada. ¿Estaría loco o enamorado?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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