Ex 12, 1-8.11-14 | Sal 115 | 1Cor 11, 23-26 | Jn 13, 1-15.
La sopa de piedra
Un extraño, bien vestido, pedía a una mujer algo de comer.
–Lo siento, dijo ella, no tengo nada en casa.–No se preocupe, dijo el extraño, tengo una piedra de sopa; si me permitiera echarla en una olla de agua hirviendo, yo haría la más exqui- sita sopa del mundo. Una olla muy grande.
A la mujer le dio curiosidad, puso una gran olla al fuego y fue a contar el secreto de la piedra de sopa a sus vecinas. Cuando el agua comenzó a hervir, todo el vecindario había ido aver la receta de la piedra de sopa. El extraño echo la piedra en el agua, luego probó con verdadero deleite: –¡Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas papas.
–¡Yo tengo papas!, gritó una mujer. Y en breve estaba de regreso con varias papas peladas para echar a la olla.
El extraño volvió a probar la sopa.
–¡Excelente!, dijo. Y añadió, Si tuviéramos algo de carne, quedaría apetitoso…
Otra ama de casa salió corriendo por un pedazo de carne que el extraño, introdujo en la olla. Volvió a probar, y dijo:
–¡Sabroso! Si tuviera verduras, sería perfecto…
Una de las vecinas fue corriendo a su casa y volvió con cebollas y zanahorias. Después de agregarlas a la olla, el extraño probó nuevamente el guiso y solicitó: –¡La sal! –Aquí la tiene, dijo la dueña de la casa. A continuación, el extraño ordenó:
–¡Platos para todos! La gente se apresuró a ir a sus casas en busca de platos y regresaron, incluso, con algo de pan y fruta. Todos se sentaron a disfrutar raciones abundantes de la increíble sopa y se sentían extrañamente felices, mientras compartían, por primera vez, aquella “sopa de piedra”.
¿La última cena es para mí compartir y servir?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick F. Martínez Benavides, C.M.
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